Madrileños, catalanes, asturianos, aragoneses, extremeños, valencianos, gallegos, canarios, riojanos, navarros, vascos… españoles (algún que otro extranjero) de todos los rincones del país dábanse cita aquel 20 de mayo en el recóndito pueblo murciano de Benizar, colindante a las fronteras manchegas, en una aglomeración próxima a los ochocientos individuos, quienes junto a los oriundos del lugar hacían sentir el creciente pulso de la lucha por la libertad política en España.
El elemento diferenciador de esta pequeña pedanía moratallera era el de la no participación electoral efectuada en bloque por sus habitantes varios años atrás, a consecuencia de un abandono absoluto de la clase política comarcal durante más de dos décadas, la cual tan sólo caía en cuenta de la existencia de dicho pueblo en campaña electoral, acudiendo cínicamente a la localidad para mendigar el sustento de sus triquiñuelas: el voto de sus ciudadanos. Tal acontecimiento no pasó desapercibido por los miembros de la Junta Democrática, suscitando en éstos un especial interés por este poblado murciano.
Y es que entre los estatutos de esta asociación civil (Junta Democrática) se encontraba, precisamente, la no participación electoral como instrumento para deslegitimar al sistema político vigente. La convocación de una manifestación conjunta entre los habitantes de Benizar y la Junta constituía una valiosa oportunidad para poner de relieve la falta de límites y control al poder político en España. Y así se hizo. Comenzaba, pues, a gestarse el embrión revolucionario que indefectiblemente habría de desarrollarse con mayor ímpetu en los años posteriores.
Mi marcha hacia Benizar fue algo irregular. La senda conducente a la localidad obligaba a realizar un breve viraje por Castilla-La Mancha, el cual posteriormente dirigía a una descuidada vía que ante la desatención política había sido subsanada en ciertos tramos por los propios vecinos. La llegada estuvo acompañada de sombríos nubarrones que vacilaban con desprenderse en el momento más inoportuno, junto a los miles de almendros que, bordeando los costados del camino benizareño, daban la bienvenida a quienes acudían por primera vez a esta singular ubicación.
Tras un sucinto paseo por la zona, seguido de un almuerzo en el reposo de un banco enclavado en la Plaza Juan Domingo, pude apreciar como los numerosos vehículos que inundaban el lugar junto con los variopintos acentos que se vislumbraban en el entorno hacían patente la diversa procedencia de los sujetos ahí presentes. Era –a un mismo tiempo– asombroso y cómico el perderse por las callejuelas de tan diminuto pueblo, y sucesivamente, escuchar de refilón vocablos y expresiones tales como los «¡illo!» o «pisha» andaluces, el clásico «¡Bon dia a tothom!» catalán, el «mazo» madrileño o el tradicional «¡acho!» regional. Una auténtica miniatura de España.
La recibida se alargó hasta las 15:00h, hora en que comenzaba el apiñamiento a los inicios de la Calle Collado, puertas de Benizar. Las plurales intervenciones de algunos militantes ahí situados hacían brotar todo tipo de sentimientos al resto: desde mensajes de esperanza que animaban a reforzar el carácter reivindicativo del movimiento, hasta discursos poco alentadores sobre la funesta situación a la que pronto España habría de sucumbir de no forzar un cambio político a corto plazo. Todo ello intercalado por observaciones generales –de corte más bien reflexiva– sobre aspectos como «la unión», «el esfuerzo», «la identidad nacional», «el patriotismo» o «la limitación del poder del Estado».
Llegadas las 16:30h, iniciaba, al fin, la manifestación en sí. Tomando como punto de partida el ya mencionado inicio de la Calle Collado, centenas de ciudadanos avanzaban con determinación bajo lemas como, «¡Yo no voto, apoyo a Benizar!», «¡Se ha acabado la fiesta del Estado!», «¡Queremos democracia, no partitocracia!», «¡Ningún impuesto sin control!» o, incluso, el curioso «¡No hay pan para tanto chorizo!» (una alusión al despilfarro monetario del que se nutre la clase política española). Banderas rojigualdas horadadas en su mitad (simbolización de la no prevalencia del Estado ante la nación) acompañaban aquéllos cánticos y mantras revolucionarios.
Pasada la plaza principal del lugar, epicentro de esta pedanía, la manifestación seguía el curso de la conocida Avenida Teleclub, punto en el cual la curiosidad de aquellos vecinos no enterados sobre el evento los llevaba a asomar desde sus balcones, portales o terrazas de bar para observar aquello que acontecía. Eran varios los que se animaban a apoyar a los manifestantes. Los más entusiasmados se incorporaban al conjunto. Muchos aplaudían la concentración en una muestra de gratitud por el apoyo brindado, pues, por primera vez, sentían como ese abandono a su suerte no era total: entre los españoles comenzaba a aflorar una conciencia colectiva sobre las burdas vestiduras de democracia que recubrían lo que en realidad era una partitocracia.
En todo momento se respiró en el ambiente un apoyo recíproco entre vecinos y foráneos. El calor de la acogida de aquéllos regó de fuerza a éstos últimos; la motivación de éstos últimos plagó de esperanzas a aquéllos. Algo que, indudablemente, reforzó la determinación de la lucha.
La marcha no cesó y la mencionada avenida acabó desembocando en el camino Poeta Federico García Lorca, en cuyo final, al inicio de la Carretera Otos, un desvío a la derecha guió al conjunto hacia el interior de la angosta Calle el Fresne, llegando finalmente al pie de la Ermita de Santa Bárbara, que invitaba a los transeúntes a detenerse en la discreta placeta pueblerina ubicada en ese mismo paraje.
Especial atención merece el dato de la heterogeneidad de los manifestantes. Como quien dice, «los había de todo tipo y para todos los gustos»: desde “más conservadores” a “más progresistas; desde jóvenes universitarios (como era mi caso) hasta sujetos ya en la senectud; desde personas leídas y con una amplia cultura general hasta otras con una mayor modestia intelectual; desde individuos con un visible mayor poder adquisitivo hasta quienes a duras penas podían costearse el viaje a tal poblado. Y es que esta pluralidad social –o si se quiere, riqueza social– es, a un mismo tiempo, el motor de este movimiento y el indicio de que la problemática de fondo en España no radica en aspectos de conservadurismo/progresismo, juventud/vejez, alta/baja formación académica o ricos/pobres, como a menudo la propaganda política suele hacer creer tendenciosamente.
Notas a parte y retomando la hoja de ruta:
Tras una sucinta parada a escasos metros de la mencionada Ermita de Santa Bárbara, la junta reprodujo el camino de ida a la inversa, concluyendo la manifestación en la Plaza Juan Domingo, corazón de la pedanía, lugar en que un acto protagonizado por un representante de Benizar (vecino de la pedanía) y por el abogado Rubén Gisbert (presidente de la asociación civil Junta Democrática) iba a celebrarse. No obstante, de forma previa a la llegada de los manifestantes al punto de encuentro, las circunstancias atmosféricas quisieron que dicho acto no tuviese lugar al aire libre, lo que no impidió que los vecinos capeasen el temporal facilitando el Salón sociocultural de Benizar, un establecimiento que, desgraciadamente, no disponía de capacidad suficiente para acoger a todos los que habían asistido a tal evento. Pese a ello, quienes concurrieron a dicha charla pudieron disfrutar de una sobresaliente exposición que infundió en todos los ahí presentes una vigorosa motivación, con el plus de que ciertos vecinos accedieron a narrar los disparates de la clase política comarcal.
Finalmente, y tras una ronda de preguntas al divulgador y presidente de la Junta Democrática de España ahí presente, el acto finalizó con una fotografía grupal de quienes tuvieron la oportunidad de presenciar tal conferencia.
Fotografía conjunta en el Salón sociocultural de Benizar
Benizar fue –y es– el ejemplo idóneo de que sentido común y formación académica no son sinónimos; de que la honestidad y el conocimiento intelectual no van de la mano; de que quienes se aupan sobre títulos y distinciones no son, ni mucho menos, el motor de cambio de un país; y de que, en pocas palabras, las fuentes de la moral están únicamente en la sociedad civil, no en los partidos políticos del Estado. Siguiendo la última oración (citada por Trevijano, inspirada en el filósofo francés Henri Bergson), incorporo a esta breve crónica unas palabras de Trevijano que resumen el fundamento de la iniciativa benizareña y que fueron enunciadas aquel 20 de mayo de 2023 en Benizar:
“La sociedad civil no es homogénea, ni en toda España ni en toda Europa, pues, la civilidad pierde rigor regenerativo, donde y cuando, los modos de civilización industrial se alejan de los modos naturales que imponen los ritmos de la naturaleza. La recuperación del sentido común hay que buscarla en las poblaciones que no han perdido ese ritmo natural, y no en las urbes artificiales del Estado de Partidos.” (Antonio García-Trevijano, en una conferencia en Totana, 2007) :
https://www.youtube.com/watch?v=lnNPmpc1A14
David Christopher
A continuación, una serie de fotografías para ilustrar lo narrado hasta ahora:
Vista general de manifestantes de la Junta Democrática en Benizar
Algunas de las pancartas vistas durante la manifestación.
Otro plano de la manifestación.
Bandera en protesta al régimen de 1978
Más carteles vistos durante la manifestación
Otra lona de la Junta Democrática